(Pag 145) Pero, al fin y al cabo ¿no es eso lo que hacemos siempre? Incluso cuando mantenemos una conversación en un idioma que dominamos, ¿hasta qué punto tenemos la certeza de que nuestro interlocutor extrae de nuestras palabras el significado que nosotros le queremos dar, y viceversa? Montaña. Noche. Amor. Luz. Altura. ¿Hasta que punto una palabra significa lo mismo para ti que para mi? Nieve. Frío. Blanco. Sol. Quietud. ¿No tenemos cada uno de nosotros un bosque de significados sutiles, de imágenes, de recuerdos personales y en gran medida inconscientes, adheridos a cada una de las palabras de nuestro diccionario particular? Soledad.Vértigo. Paz. Hielo. (In)comunicante juego de idiomas y lenguajes.
(Pag. ) Porque la montaña existe indiferente a su propia existencia y vocea inmovilidad con una potencia constante avalada por la inconmensurable masa de su cuerpo. Porque Ella no es Ella, no es nada, sólo es, sin depender de una forma, que, por lo tanto, nunca puede perder. Mi Montaña, porque nunca nació, nunca morirá.
(Pag 172)
Digo piedra.
Piedra.
Piedra que pudiera rodar ladera abajo.
Piedra
Y después pienso en qué media soy capaz de decir piedra, como si esa piedra, ese pedazo de roca, constituyera una entidad separada del resto de la realidad que la abraza. ¿Cómo puedo decir piedra sin decir al mismo tiempos montaña, cielo, hielo, agua, tierra, nube...? ¿Existe acaso una linea que define el contorno de la piedra y la separa de todo aquello que no es la piedra?
(Pag ) ¿Es posible que existan las palabras y denominen a las cosas aislándolas en realidades separadas?¿No forma todo una única realidad sin discontinuidades, un todo que tampoco está separado de la nada?